Un artículo de Sarai Vázquez, para El Correo con la colaboración de la Dra. Sara Carrasco

La dermatóloga y médico estético Sara Carrasco desvela las ventajas de usar este antioxidante frente a las consecuencias nocivas provocadas por la exposición solar: «Es como un escudo». «No existe mejor antiarrugas que el protector solar». Este es el mantra más repetido por dermatólogos y facialistas. Para los que más saben de la piel, la clave reside en utilizar a diario una crema que mantenga a raya los UVB, que provocan cáncer, y los UVA, que tienen efectos envejecedores: manchas, sequedad, tirantez o arrugas. Aplicarse un cosmético con protección solar es un gesto evidente que nos permite disfrutar del sol sin sus consecuencias nocivas durante la temporada estival, y que debemos alargar todo el año si no queremos arruinar nuestro cutis.

«La radiación solar también existe en invierno, a pesar de que no la veamos. De hecho, cuando vamos en coche atraviesa los cristales», indica la doctora Sara Carrasco, dermatóloga y médico estético en su clínica homónima de Bilbao. Unos productos solares que deben incluir una premisa irrenunciable: el factor SPF 50+. «Es importante porque su protección UVA es un tercio de lo que indica el bote. Por eso, si elegimos una crema 30+, nos quedaremos cortos», explica la profesional. Pero además de la fotoprotección solar, existen otros activos que nos pueden proteger frente al envejecimiento provocado por el sol: la vitamina C. «Cuando la utilizamos, conseguimos que se oxide antes que nuestra piel, es como un escudo», asegura.